domingo, 15 de enero de 2017

Los teatros romanos perdieron el sentido religioso de los teatros griegos



Si buscáis en Internet las diferencias entre los teatros griegos y romanos, en multitud de páginas os contarán diversas características que diferencian a unos y a otros. El graderío, la parte de la Orchestra, el sentido religioso… Como en todas las páginas leeréis lo mismo (o algo muy similar) vuestro cerebro concluirá que todas esas diferencias son ciertas (por el mero hecho de verlas repetidas numerosas veces).

Pero el problema de Internet (el principal a mi entender) es precisamente la cantidad infinita de repeticiones que puede tener una mentira (o una verdad a medias). La copia indiscriminada de documentos de dudosa credibilidad histórica, repetidos viralmente por numerosos aficionados, crean una falsa impresión de veracidad en la red. Por ello, dada la magnitud de desinformación que hoy día contiene Internet, encontrar la verdad de las cosas resulta una búsqueda muy complicada.

No obstante, obviando al Sr. Google y sus preferencias de búsqueda, podemos encontrar la verdad. Porque existen muchas páginas y blogs dedicados a repetirlas y mostrarlas. Y si estás leyendo esto hoy es tu día de suerte, pues estas en uno de esos pequeños reductos que intentan evitar, como Asterix y Obelix, la conquista del Imperio de la mediocridad.

A continuación os mostraré las verdaderas diferencias entre los teatros romanos y griegos. Y lo haré haciendo un repaso a los principales restos de teatros romanos que conservamos en España. Un 2x1 que os servirá para realizar unas visitas culturales mucho más amenas.

¿Os animáis?


En España existen varios ejemplos de restos de teatros romanos, aunque la gran mayoría del público general no acertará a enumerar más de dos o tres, a lo sumo. ¿Alguien ha visitado algún teatro romano que no sea el de Mérida? Si tu respuesta es afirmativa ya eres una excepción. Si conoces más de 5 eres tan peculiar como yo.

La principal diferencia que se suele indicar entre los teatros romanos y los griegos es referente a la construcción de su graderío, el lugar donde se sentaba el público. Mientras que los griegos aprovechaban la pendiente natural de una colina para edificarla, los romanos crearon una construcción independiente mediante galerías.

Esto es una verdad a medias, pues los romanos, prácticos donde los haya, edificaron numerosos teatros aprovechando diversas colinas. El objetivo, como podéis suponer, era ahorrar costes constructivos. Y España es un buen ejemplo de lo que decimos, pues casi todos los teatros que conocemos se construyeron “a la manera griega”. Sólo el de Zaragoza, la excepción que confirma la regla, se levantó en terreno plano, utilizando opus caementicium, a la manera del Teatro de Marcelo en Roma.

Una de las medias verdades que más me gustan es la que indica que el teatro romano proviene, directamente, del griego. Esto es algo totalmente falso, pues los romanos ya disfrutaban antes de conquistar Grecia de representaciones teatrales. En concreto, las raíces itálicas del teatro romano son dos. Por un lado los Ludi Fescennini, una suerte de representaciones de la vida cotidiana mediante composiciones poéticas; por otro, las Fabulae Atellanae, representaciones satíricas llevadas a cabo por actores con máscaras. Aunque su inicio se data hacia el s. IV a.C., su momento álgido lo fechamos en el s. II d.C.

Lógicamente, sobre este sustrato, la influencia griega fue un poderoso agente transformador. La primera representación de un drama griego en latín se llevó a cabo hacia el s. III a.C. Y su éxito condujo al teatro a ser incluido en el calendario de festejos anuales, los Ludi Scaenici.

Lo anterior me sirve de inicio para desmentir otra de las muchas falsedades que se escuchan por Internet. La que nos dice que el teatro romano perdió todo el componente religioso que poseían los teatros griegos.

Es cierto que en el paisaje urbano de cualquier ciudad griega, el teatro formaba parte de los principales edificios de la zona religiosa y más sagrada de la polis. La representación teatral griega estaba imbricada con la religión de una forma que los romanos no copiaron al pie de la letra. Pero esto no quiere decir que el teatro romano tuviera un simple sentido profano.

Muy al contrario, las autoridades romanas no desaprovecharon la ocasión para mantener la relación religioso-política en este espectáculo. Por un lado, los Ludi Scaenici formaban parte de los juegos públicos celebrados en honor a los dioses, lo que lo convertía en una actividad cívico-religiosa (al igual que el teatro griego). Y precisamente fue este estrecho vínculo lo que llevó a la Iglesia cristiana a condenar las obras teatrales (su dudosa moralidad, excusa utilizada comúnmente en Internet, fue un simple pretexto). Indicar también que, en contra de lo que suele pensar la gente común, no fue la iglesia la que cerró los teatros. Siempre estuvo en contra, pero su clausura final llegó a causa de los cambios de gustos de la sociedad. Cuando el Imperio dejó a un lado su carácter cívico y comenzó con lo que luego se llamaría el feudalismo, los ciudadanos ya no tenían tiempo para esa clase de ocio. A partir del siglo III-IV d.C. ya no se cumplía la máxima de Cicerón: Otium cum dignitate.

Pero además de lo anterior, en la parte posterior del teatro romano se solía construir algún tipo de edificación que honrara a los dioses. El Teatro de Mérida es un buen ejemplo de ello, pues posee una edificación construida para honrar a Augusto (divinizado tras su muerte). Y en el de Itálica se erigió un templo dedicado a Isis en la parte posterior del edificio.

Otra mentira que circula por la red es el carácter elitista del teatro romano. Debo reconocer que la afluencia de público al teatro, respecto al anfiteatro, por ejemplo, era manifiesta. Si comparamos los graderíos del teatro y del anfiteatro romano de Mérida los datos son elocuentes: 6.000 por 14.000 asientos. Ahora bien, salvo para representaciones de tragedias, donde sólo asistían personas familiarizadas con las obras griegas (es decir, cultos/ricos), el teatro gozó de gran popularidad entre todas las clases sociales cuando se representaban comedias mimos y pantomimos. Y, de hecho, la diferenciación entre clases sociales en el graderío se copió en Roma directamente de Grecia. Como pasa en los actuales campos de futbol, los asientos más próximos eran ocupados por las personas de clases más altas (hoy la clase la da el dinero, como es lógico en un mundo capitalista).

Pero el teatro de Mérida, con ser el más famoso de España, no era, ni mucho menos, el más grande. Los dos mayores teatros romanos de España se construyeron en Cádiz y Córdoba. Sus cáveas, con unos diámetros de unos 120 metros, eran capaces de albergar a unos 20.000 espectadores. Cifra realmente importante si tenemos en cuenta que la población media de la Gades romana era de unas 50.000 personas.

Otra característica que suele indicarse para destacar la diferencia entre ambos teatros es la parte de la Orchestra, el lugar donde se situaba el coro. Efectivamente, en el teatro griego tenía forma circular y en el romano semicircular. Efectivamente, en el griego era utilizada por el coro y los actores, mientras que en el romano no tenía un uso activo en la función, sino que era el lugar donde se disponían las personalidades más importantes.

Pero la diferencia en esta parte del teatro no venía dada por una diferente imposición arquitectónica, sino por los distintos gustos teatrales de ambas sociedades. En Grecia eran muy aficionados a las tragedias, género en el que el coro narra la historia y los actores la representan en una escena muy pequeña. En cambio, los romanos preferían las comedias, en donde los actores tienen mucha más importancia que el coro, razón por la cual la escena cobra todo el protagonismo.

Por cierto, que se suele indicar que el género teatral preferido por los romanos era la comedia (en concreto las Fábulas Palliata y Togata). Pero esto es otra verdad a medias. Junto a las comedias, los espectáculos preferidos por las masas romanas eran el mimo y el pantomimo. En el mimo se representaban comedias donde la sátira política y los enredos amorosos eran los principales argumentos, siendo el único género donde los actores cantaban, danzaban y recitaban sin máscaras. El pantomimo, por su parte, se centraba en temáticas mitológico e histórico, y era un género donde los actores, sin recitar, danzaban al son de la música y mostraban a los diferentes personajes mediante la gestualidad de todo su cuerpo.

Desmentidas las principales afirmaciones sobre los teatros romanos vamos a realizar, a continuación, un breve repaso por los restos de teatros romanos que quedan en nuestro país.

Los dos teatros romanos más grandes construidos en nuestra península son de los peor conservados. El teatro romano de Córdoba sólo es visible, en una parte muy reducida, en el interior del Museo Arqueológico de la ciudad. Allí podremos observar lo que queda de los tres niveles de terrazas que daban acceso a las gradas y parte de las escaleras que conectaban las distintas terrazas. El resto está oculto por edificaciones modernas. Se piensa que la Orchestra se situaría en la Plaza Jerónimo Páez y la escena en la Calle Marqués del Villar.

El otro gran teatro peninsular, el de la ciudad de Cádiz, está un poco más visible. Podremos visitar parte de la cavea (graderío), un tramo de muro curvo correspondiente a la fachada trasera, así como el entramado de sujeción del graderío y parte de la orchestra. El resto, la escena y el pórtico, permanecen ocultas por las casas modernas del barrio del Pópulo.

Personalmente, me gusta visitar las ruinas en zonas arqueológicas. El entramado urbano romano es totalmente visible y nos podemos hacer una mejor idea de cómo vivían nuestros antepasados. Y en España tenemos muchas opciones si queremos visitar teatros de esta forma.

Tal vez, el más famoso sea el de Itálica (Santiponce, Sevilla), aunque su ubicación, algo alejado de las ruinas visitables propiamente dichas, nos impida meternos completamente en un viaje al pasado. El Teatro romano de Clunia Sulpicia (Coruña del Conde, Burgos) es el edificio más significativo y mejor conservado de estas ruinas. No en vano, su cavea para 10.000 espectadores lo convertían en uno de los mayores de la Hispania romana. Y por nombrar otro ejemplo os recomiendo visitar el Teatro Romano de Segóbriga (Saelices, Cuenca), el cual forma un magnífico conjunto con el anfiteatro enfrente, similar a lo que podemos ver en Mérida. Existen muchos más ejemplos en las numerosas ruinas romanas diseminadas por España, pero enumerarlos se sale del objetivo del artículo.

A la hora de preservar unas ruinas y hacerlas accesibles a las visitas turísticas, cada Comunidad Autónoma o Provincia ha actuado de forma diferente. Por un lado, si las ruinas están alejadas de un centro poblacional, lo más lógico es hacer un Parque Arqueológico con centro de interpretación. Son los casos arriba citados. En caso de ser unas ruinas urbanas, podemos integrarlas en el entramado e incluso devolverle su función original. Ahora bien, respetando la esencia de las ruinas. En España, tenemos todos los ejemplos posibles.

Un ejemplo de abandono total es el Teatro de Tarraco (Tarragona, Cataluña). A pesar de ser uno de los edificios emblemáticos de la ciudad romana, hoy no esta musealizado, limitándose su exposición a un triste mirador en la calle Sant Magí.

Ejemplo de lo que jamás se debe hacer con unas ruinas arqueológicas lo tenemos en el Teatro de Sagunto. A algún iluminado político se le ocurrió devolver la función original del teatro, pero reformándolo con gustos, me atrevería a decir, particularísimos. La cavea se arregló de tal manera, ligando materiales nuevos y antiguos, que ya no es posible deshacer el entuerto (a pesar de sentencias judiciales a favor de hacerlo). Y la escena se restauró construyendo una especie de galería que muestra epígrafes y diversos materiales arqueológicos. Una aberración que, además, impide la visión de la ciudad. Si un romano viera lo que le hicimos a su teatro, no sólo se escandalizaría, sino que marcharía al senado para convencerles de la necesidad de emprender una guerra de castigo. No es para menos.

Los ejemplos de Córdoba o Zaragoza, son buenas muestras de la difícil musealización de los restos cuando se encuentran localizados bajo el entramado urbano actual. Pero si los comparamos con las obras realizadas en Málaga o Cartagena, quedan en un escalón muy bajo.

En mi opinión, si se desea ver un teatro Romano y entender todo lo que representaba en su época, en España existen tres lugares principales.

El Teatro Romano de Mérida posee la escena más impresionante, con sus dos pisos de columnas y figuras. Es el lugar donde mejor podemos hacernos a la idea de lo que fue un teatro romano. Y, puesto que no vamos a ver ninguna obra, una de las mejores perspectivas se consiguen desde la parte más alta del graderío. Ahora bien, lo impresionante de las ruinas emeritenses ha propiciado cierto descuido a la hora de fomentar mayor explicación, in situ, de las ruinas en sí mismas. Se echa en falta un centro de interpretación donde se desarrollen los aspectos relacionados con el teatro.

La  impresionante escena del Teatro Romano de Mérida


En este sentido, el Teatro romano de Málaga es una excepción. Resulta mucho más interesante el centro de interpretación que las ruinas en sí mismas. Además de un video introductorio bastante ameno (con un guiño al mimo que no todo el mundo entiende), la sala principal posee un panel interactivo donde poder pasar horas admirando textos e imágenes que nos adentrarán en el maravilloso mundo teatral. Una visita tan amena e instructiva que luego, al visitar las ruinas, nos parecen a poco. Y nada más lejos de la realidad. Tenemos la cavea, la orchestra, parte de la escena y el vomitorium que daba acceso a las gradas.

Pero la mejor experiencia que tendréis al visitar un teatro romano será en el de Cartagena. Su centro de interpretación es maravilloso y contiene diversas piezas que nos muestran el ambicioso programa ornamental que diseñó Augusto para este edificio. El Museo del Teatro Romano nos permite conocer todos los aspectos que envolvían a este edificio lúdico, y, como por arte de magia, nos conduce hasta las ruinas en sí mismas, última y grandiosa sala de todo el complejo. Para muchos las ruinas le defraudarán si las comparan con las de Mérida, pero salvo por la inimitable escena emeritense, en nada le son inferiores. Tenemos todas las partes del mismo y hasta los restos, en un lateral, de la iglesia en ruinas debido a los bombardeos durante la Guerra Civil Española.

Y por terminar ya con este artículo, que se está alargando demasiado, indicaros que no sólo en Mérida se han recuperado las ruinas para volver a recrear funciones teatrales. También en Sagunto, Segóbriga o Regina (Casas de Reina, Badajoz) se realizan festivales de teatro clásico. Os recomiendo, si os gusta el tema, acercaros a alguna función situada en unas ruinas arqueológicas. El ambiente os llevará a retroceder varios siglos.

¿Habéis estado en alguna función de esta clase? Contar vuestra experiencia.

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