sábado, 27 de septiembre de 2014

Todas las mezquitas son iguales



Muchas agencias de viajes anuncian Estambul como “La ciudad de las mil mezquitas”. Os puedo asegurar que se quedan muy cortos, pues existen más de 3.000 mezquitas en esta colosal ciudad. Los viajeros que visitan Estambul suelen visitar un par de mezquitas, las más céntricas, dejando pasar la ocasión de visitar muchas otras joyas ocultas en la ciudad por el simple pensamiento de que “vista una mezquita, vistas todas”. 

Hoy os mostraré las mezquitas más importantes de Estambul, aquellas que no debéis dejar pasar, y os descubriré las particularidades que hacen de cada una de ellas un lugar único. ¿Empezamos?




Estambul, al ser un país laico, es un destino ideal para poder visitar las mezquitas sin ningún problema. Existen países islámicos, tales como Túnez o Marruecos, donde la entrada al recinto está prohibida para los occidentales. Egipto también es un lugar donde podremos visitar mezquitas libremente, siempre y cuando respetemos sus costumbres, principalmente entrar descalzos y las mujeres con velo.

La idea de que todas las mezquitas son iguales viene dada por el hecho de tener una configuración estándar, al igual que nuestras catedrales.

-  Lo primero que nos llamará la atención será una alta torre, llamada minarete, desde donde se llama a la oración de los fieles.

-  Cuando entremos al recinto de la mezquita encontraremos un gran patio porticado, el cual suele tener una fuente para que los fieles realicen sus abluciones antes de orar.

-  A continuación ingresaremos en la sala de oraciones, un gran recinto cubierto, bastante diáfano y que puede tener más de un piso. Es el lugar de oración de los fieles, los cuales dirigen sus rezos en dirección a la Meca. Esta dirección viene marcada por el muro de la quibla, si bien en muchas mezquitas existe el mihrab, una hornacina visible y muy decorada (en la mezquita de Córdoba es una pequeña habitación). Éste se considera el santa santorum de las mezquitas. Junto a ella se alza una estructura de madera llamada minbar, una especie de púlpito utilizado por el imán en la oración de los viernes. La sala de oraciones es el lugar más importante de la mezquita y es el que más fastuosa decoración tendrá: alfombras, lámparas, azulejos, yesería, cúpulas…




Planta general de una mezquita. Fuente: miblogdesociales.wordpress.com


Aunque todas estas características se repiten, a grandes rasgos, en todas las mezquitas, a continuación comprobaremos que cada mezquita intenta diferenciarse del resto por alguna característica especial.

Las dos mezquitas más visitadas de Estambul se encuentran en el centro neurálgico de la ciudad antigua. Se trata de Santa Sofía y de la Mezquita Azul.

Santa Sofía (532-536), también llamada Hagia Sophia (que en griego significa Santa Sabiduría), fue la basílica de los cristianos ortodoxos de Constantinopla. Se suele decir que si Constantinopla es la ciudad de Constantino, Santa Sofía era la iglesia de Justiniano. Cuando los turcos invadieron la ciudad en 1453, la convirtieron en mezquita, aunque hoy día permanece como museo de la ciudad. Su característica principal es que no se trata de una mezquita, por lo que no se parece a nada de lo que veremos en Estambul.

Esta iglesia simbolizaba los sueños imperiales de Justiniano, defensor último del orden divino y terrenal. Por ello, el verticalismo y las enormes dimensiones del edificio son una alegoría de la autoridad divina en la tierra.

Su construcción estaba encaminada a revolucionar la arquitectura del momento, realizando una síntesis única entre tradición y vanguardia. Por tanto, veremos transformados los postulados constructivos clásicos, como, por ejemplo, en la sustitución del orden adintelado por un sistema de columnas con arco. La verticalidad del baldaquino se basa en modelos romanos, pero ahora se han eliminado las sensaciones de pesadez y robustez de los elementos sustentantes. De hecho, la ocultación de los soportes de la cúpula es una de las características de esta iglesia. La otra, crear un espacio que en nada se asemeja a la escala humana.

En realidad, se puede considerar como la culminación de la arquitectura bizantina: una gran cúpula central sobre pechinas se eleva en el centro del templo de planta cuadrada. Se sostiene gracias a cuatro enormes arcos que reposan sobre otros tantos pilares. La sensación de amplitud es sobrecogedora. La liberación de todo lo estático crea numerosas ilusiones perspectivas y el objetivo final de tal amplitud era crear un espacio donde la belleza y la luminosidad pura recrearan una imagen de la presencia divina que abriera los ojos del espíritu.

Pero si arquitectónicamente es una maravilla, los tesoros que guarda en su interior, en forma de bellos mosaicos, son la guinda del pastel. Su visita no dejará indiferente a nadie.







Justo enfrente de ella se alza la majestuosa Mezquita Azul (1609-1617), también llamada del Sultán Ahmed I. Posee este nombre tan sugerente debido al color de la decoración de su interior. Su construcción se debió al deseo del sultán por competir en belleza con Santa Sofía, y voto a bríos que lo logró. Su exterior es colosal, siendo una de las dos únicas mezquitas de Estambul que tiene seis minaretes, mientras que su interior deslumbra por la limpieza de sus líneas y la cuidada decoración. El espacio central posee cuatro enormes pilares polilobulados que sirven para sostener la enorme cúpula. Se utilizaron 21.043 azulejos florales para decorar paredes y cúpulas, y posee 200 vidrieras, amén de multitud de lámparas de araña. 






Junto a la anterior, la otra gran mezquita de Estambul es la de Suleiman (1557), la cual se levanta sobre una de las tres colinas de la ciudad. Su estampa es una de las más conocidas, alzándose sobre los tejados de las viviendas de la ciudad. Su mejor panorámica se obtiene desde la Torre Gálata, al otro lado del Cuerno de Oro. Es la mezquita más grande de Estambul y, para muchos, la más bella. Su arquitecto, Sinan, pasó a la historia por sentar las bases del arte otomano, cuyos precedentes más inmediatos son el arte de los selyuqíes y de los bizantinos. De hecho, en esta mezquita podemos apreciar la configuración en torno a una planta central que nos remite, irremediablemente, a Santa Sofía. La enorme curva de la cúpula central es uno de los sellos de identidad de esta mezquita, así como el característico pórtico de entrada y los frágiles alminares. Estas características definirán a partir de ahora las grandes mezquitas otomanas. Antes de entrar fijaros atentamente en la volumetría exterior, la cual os indicará de forma elocuente la configuración interna de esta mezquita. 

Luego, dentro del complejo, lo primero que os sorprenderá es el jardín que posee en uno de sus laterales, el cual posee los mausoleos del sultán, su esposa y el arquitecto. Pasear un rato por esta zona puede sacar al Gustavo Adolfo Bécquer que todos llevamos dentro. Además de este jardín esta mezquita posee numerosas edificaciones, según era la costumbre de las mezquitas imperiales: hospital, hospicio, escuela… 

Ya en el interior, descubriremos un espacio majestuoso y vasto en cuanto a dimensiones. Tal vez su decoración no sea tan deslumbrante como la Mezquita Azul, pero su cúpula os dejará helados. Como curiosidad decir que la mezquita nunca se manchó del hollín de las lámparas gracias a un sistema de corrientes de aire que llevaba todo el humo hasta una cámara sobre la puerta de entrada, donde podía ser fácilmente limpiado.







Junto al bazar de las especias se alza la Mezquita Nueva, aunque su construcción data del año 1597. Es una mezquita muy fotografiada, por estar en un lugar de paso habitual para los turistas, justo al lado del Puente Gálata. Su visita os servirá para compararla con las otras dos mezquitas anteriores. Su tamaño es menor, y su decoración algo menos lujosa que las dos imperiales anteriores, pero su combinación de azulejos azules, verdes y blancos es muy bella estéticamente. Destacar la galería adornada con azulejos y nácar.





Bastante alejada del centro tenemos la gran Mezquita de Eyüp Sultan, aunque su visita merece la pena y os pillará de camino si queréis visitar el famoso mirador de Pierre Loti. No será la más bella que visitéis, pero si la que encontrareis con más vida. Al estar alejada del centro turístico es la que conserva mejor el ambiente tradicional de oración musulmana. Los viernes son el día ideal para su visita, pues al estar situada en uno de los barrios más religiosos de la ciudad, el ambiente será maravilloso. En esta mezquita podemos subir a una segunda planta (creo reservada para las mujeres en la oración) y ver el interior de la mezquita desde una perspectiva nueva y distinta a lo habitual. Como curiosidad indicar que fue la primera que se construyó en Estambul (1453), y que posee la tumba de Abu Ayyub al-Ansari, portaestandarte de Mahoma, así como algunas pertenencias del profeta. Como podréis imaginar, el lugar es un sitio de peregrinación para los fieles musulmanes. Como consejo final os recomiendo comprar las especias en las tiendas tradicionales de este barrio, pues sus precios son muy asequibles.






A continuación voy a describir otra tanda de mezquitas muy distintas a las anteriores. Se trata de mezquitas pequeñas y llenas de encanto que, aunque menos conocidas, no tienen nada que envidiar a las grandes mezquitas descritas anteriormente.

La Mezquita Pequeña Santa Sofía era en realidad la Iglesia bizantina consagrada a los santos Sergio y Baco (527-536). Los musulmanes la convirtieron en mezquita y en su interior descubriremos una curiosa mezcolanza. Junto a los ornamentos musulmanes aún se pueden descubrir ciertos elementos cristianos: tanto los capiteles como el epígrafe que rodea toda la estancia son originales del S.VI. De hecho, en muchos de los capiteles podremos descubrir los anagramas de Justiniano y su esposa Teodora. La iglesia bizantina corresponde al primer periodo de este arte, por lo que se aprecia una comunión entre el concepto de espacialidad romana y la manera de construir siria. Resulta muy curiosa la columnata doble de su interior, pues el arquitrabe horizontal impone un efecto de pesadez que resulta contrarrestado por el impulso vertical que logra imprimir la tribuna superior. También es destacable su decoración en blanco (siento decir que no queda ningún mosaico original, pues todo fue enyesado por los musulmanes) y la visión del minbar junto al ábside de lo que fue la iglesia original. Su exterior es similar a la gran Santa Sofía, de ahí que lleve ese nombre, aunque arquitectónicamente tenga poco que ver.






Muy próxima a la anterior se encuentra la recoleta Mezquita de Sokollu. Fue erigida en el año 1572 y yo tuve la suerte de poder visitarla gracias a la gratitud del conserje, que me la abrió expresamente fuera del horario de visitas oficial. Sin duda, lo más interesante es su interior y, en concreto, el muro de la quibla. En él podremos observar, enmarcando el mihrab, una profusa decoración de azulejos de Iznik de distintos colores, aunque el azul destaca sobre todos los demás. Sólo por esta visión merece la pena visitarla. El mármol se utilizó para las columnas y el minbar y, como curiosidad, decir que en esta mezquita se conservan algunos fragmentos de la Kaaba.





Otra mezquita donde los azulejos son la característica principal de su decoración es la de Rüstem Pasa. Próxima al bazar egipcio (de las especias), deberemos callejear un poco para encontrarla. La pista nos la dará un patio con una fuente de abluciones situado al inicio de la calle. Esta mezquita está situada en una alta plataforma, por lo que deberemos subir unas escaleras para encontrarla. Se trata de una mezquita muy pequeña, pero de gran belleza, pues su interior es un auténtico museo de azulejos. No sólo cubre el muro de la quibla, sino que los azulejos se extienden por todas las paredes y columnas del recinto. Sus motivos florales y geométricos son muy variados y de gran belleza estética. Seguro que no os dejará indiferentes.



Si os gusta pasear, tenéis un agradable recorrido desde el centro hasta la Iglesia-museo  de San Salvador de Cora (imprescindible). Por el camino os encontrareis con Laleli Camii, la Mezquita de los Tulipanes. Tiene todos los elementos típicos de las mezquitas, aunque me gustó especialmente el muro del mihrab, donde existen unas bellas vidrieras que ofrecen un aire mágico a su interior.





Esta es mi selección de las mezquitas más bellas de Estambul. Seguro que existen viajeros que prefieren otras, pues obvié nombrar algunas más, como la de Fatih (importante arquitectónicamente pero con elementos ya vistos en otras mezquitas que seguro visitaréis) o la de Ortaköy (me gustó más externamente por su situación, en un saliente junto al Bósforo, que su interior tan recargado. Pero esto son gustos personales).

Y si no tenéis tanto tiempo o ganas para ver la selección que os he preparado no podéis dejar pasar las siguientes. Son imprescindibles: La Mezquita Azul, la Mezquita de Suleiman, Rüstem Pasa y Eyüp. Y, por supuesto, Santa Sofía.

¡¡¡¡¡¡¡¡Disfrutad de Estambul!!!!








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